Monday 1 December 2014

23. Un nuevo diagnóstico. Diciembre de 2012.

Me da pereza hacer memoria y hay cosas que no quiero recordar, pero ya que hoy es Día Mundial del SIDA, continuaré con la historia de mi lucha por recuperar la salud, aunque sea a título didáctico e informativo.


Linfoma. Esa era la nueva palabra. La nueva palabra que penetraba en mi mente como un taladro y la desgarraba y mutilaba sin piedad. Como si no fuera suficiente con los acrónimos VIH y sida, estas 7 letras, 3 sílabas, 4 consonantes y 3 vocales volvían a hacer temblar los escasos cimientos que había conseguido reconstruir en mi vida en estos 11 meses viviendo con la enfermedad, o mejor dicho, siendo consciente de ella.
Había conseguido volver a trabajar, volver a ser una persona independiente y a tener una visión de futuro, un futuro más que mediocre, pero un futuro al fin y al cabo.
Pero ni eso. Dios se había cebado conmigo. Me había dado una pequeña esperanza que me había vuelto a arrebatar. ¿Por qué no me llevará de una vez? ¿Por qué no dejará de jugar cruelmente conmigo? Aunque bien mirado, lo del linfoma es no es algo raro en gente con sida. Había tenido suerte de no haber pillado nada con mi sistema inmunológico prácticamente aniquilado pero la suerte algún día se tenía que acabar. No, no era cosa de Dios, simplemente era lo que tenía que pasar, fuí un irresponsable en mis relaciones sexuales y a consecuencia de ello esto es lo que me tocaba ahora, no se de qué me tendría que quejar, fuí yo, sólo yo, el responsable de mis actos. Así que esperaba morir pronto y que se acabara todo el sufrimiento, y punto. Pero no, no podía rendirme, volvería a luchar hasta el final, hasta el último aliento, no tenía nada que perder... aunque fuera por no hacer sufrir de tal manera a mis padres, perder a un hijo debe de ser lo más horrible para unos padres, y más siendo hijo único… Aunque sinceramente esta vez pensaba que sí que me iba a ir, por mucho que luchara. Mis CD4 seguían cayendo en picado, 60 en el último análisis, y la quimio y radioterapia aún debilitarían más a mi casi inexistente sistema inmunológico. Yo también estaba cada día más flaco y más débil pero aún así saqué fuerzas de donde no las había y pude cargar al coche las escasas pertenencias que tenía en el almacén en el que vivía en Nuneaton y me mudé a mi nuevo hogar, un hogar mucho mejor, realmente espléndido, una enorme habitación en una abadía del siglo XXII en medio de un precioso y enorme parque no lejos del centro de Northampton. No era el cielo, como creí en un primer momento, pero casi. La empresa que me ofrecía el baratísimo alojamiento en Nuneaton a cambio de unos mínimos servicios de seguridad tenían una vacante en este majestuoso sitio y decidí mudarme ya que estaría más cerca del hospital donde me venían atendiendo. Las visitas al hospital se hacían cada vez más frecuentes, estaban preocupados por mi fortísima anemia, mi constante pérdida de peso, mi fiebre continua, mi bajón de CD4s y mi hígado y bazo cada vez más y más inflamados. Seguían haciéndome pruebas y más pruebas pero para lo del linfoma necesitaban una biopsia de un ganglio linfático inflamado y en el escáner tradicional sólo vieron uno que estaba detrás del estómago en un sitio poco accesible y peligroso, así que me hicieron un nuevo escáner más preciso, aquel PET-CT scan del que hablaba en aquel post el día de mi 29 cumpleaños, en el cual vieron que me podrían sacar una biopsia de un ganglio linfático del sobaco, un sitio mucho más accesible. Aún así para asegurarse de que no moviera el brazo en la biopsia no me libré de una anestesia general, una experiencia un tanto curiosa que nunca antes había vivido.


Los resultados llevarían su tiempo así que llegó el punto en el que ví que me estaba empezando a costar valerme por mí mismo. Hasta la más pequeña tarea doméstica, ir a comprar, cocinar, lavar la ropa, me suponía un esfuerzo enorme. Lo peor eran los sudores nocturnos que volvía a tener, otra vez aquella penosa rutina de despertarse a los pocos minutos de quedarse dormido, totalmente empapado, y tener que cambiar las sábanas una y otra vez. Aquí tenía una cama doble así que al menos podía correrme al otro lado cuando me despertaba mojado, pero cuando volvía a empapar el otro lado tocaba cambiar sábanas otra vez.
Noche tras noche prácticamente en vela, durante los pocos momentos que dormía solía tener pesadillas, pero el despertarse no era ningún alivio, todo lo contrario, ya que la realidad siempre era peor que la propia pesadilla, por muy extraño que parezca. Cuando alguien llega a ese extremo creo que se puede decir que su vida se ha convertido en un verdadero infierno.
Los días eran algo mejores que las noches, me pasaba prácticamente todo el día tumbado en la cama mirando los árboles y el parque por la ventana porque sencillamente no tenía fuerzas para más. De vez en cuando se veía alguna ardilla corretear, perros jugando, gente sana corriendo… qué envidia me daban… pensé que no sería mal lugar para morir, plácidamente mirando los árboles y animalillos por la ventana…
Pero al ir pasando los días notaba cada vez más que necesitaba ayuda. Ya no podía hacer prácticamente nada y necesitaba comer, lavar la ropa y esas cosas. En esta parte de la abadía había otras 4 personas viviendo, todos muy majos y agradables, desde el primer día les dije que estaba enfermo (resultaba bastante obvio) pero no les dije nada del sida ni del linfoma. En aquel entonces todavía era muy secretivo con lo de mi VIH y muy poca gente lo sabía, y desde luego nunca se me hubiera ocurrido decirles nada. Tampoco quería molestarles porque apenas les conocía de unos días y no les iba a pedir esa clase de favores, aparte de ellos conocía a muy poca gente aquí y sólo un amigo en Inglaterra sabía lo del VIH y estaba trabajado a turnos 12 horas al día así que no le podía pedir gran cosa, porque necesitaría a alguien que estuviera prácticamente todo el día conmigo y tampoco se me hubiera pasado por la cabeza decirles a los médicos que me ingresaran.

Pensé que no sería mal lugar para morir.

Con mis escasos contactos aquí no me quedó más remedio que llamar a mi padre y decirle que necesitaba ayuda, no quería preocupar a mi familia pero yo solo ya no podía y a España no quería ir ya que aquí es donde me habían hecho las pruebas y llevaban todo el seguimiento, aparte que desde el primer momento vieron que algo no estaba normal con mi taquicardia e inflamación de hígado y bazo, cosa que en España no le dieron ninguna importancia y aquí enseguida se pusieron a investigar, sinceramente de la sanidad española ya no quería saber nada. Es más, si se confirmaba lo del linfoma pensaba ir a Alemania con mi tía y que me trataran allí ya que según ella no sería problema y ahí tendría casa y alguien que me podría cuidar, porque según tenía entendido la quimio y radioterapia aún me dejaría más hecho mierda y haberme quedado en este país solo y en esas condiciones realmente hubiera sido inviable. O sea, que simplemente estaba esperando el diagnóstico definitivo. Otra razón por la que no quería volver a España es que mi pueblo está a tomar por culo de todo y a los que tienen algún tipo de cáncer los mandan a Valencia que está a más de una hora en coche a recibir los tratamientos, esos viajes continuos como estaba me hubieran dejado hecho mixtos, cosa poco conveniente dado lo delicado de mi estado.
Como mi padre ya estaba jubilado no fue gran problema para él venirse, he de reconocer que me fue de enorme ayuda física y psicológica. Los días seguían pasando y yo seguía debilitándome más y más, la barriga se me estaba empezando a hinchar y las extremidades y la cara a enflaquecer rápidamente,  parecía un niño de esos malnutridos africanos, tanto que me había costado ganar unos 10 kg de los más de 20 que perdí con mi desarrollo rápido a sida, y ya prácticamente los había perdido de nuevo. Al principio aún salía con mi padre a dar alguna vuelta o a comer pero ya me estaba costando andar, sobre todo las pequeñas pendientes me suponían un esfuerzo enorme, y al final no podía tenerme en pie más que unos minutos porque enseguida me mareaba. Hasta estar sentado me cansaba, sólo aguantaba acostado. Tan fuerte era la anemia, tan poco oxígeno me estaba llegando al cuerpo. La cosa estaba ya empeorando por momentos.
Un día me llamaron para una cita con el médico, me llamaban cada pocas días a mirar algo nuevo así que esto era algo casi rutinario para mí. Me esperaba otra tanda de pruebas para ver si daban con algo de una vez, pero para mi sorpresa esta vez tenían al fin un diagnóstico que habían sacado de una biopsia de mi médula ósea:


Leishmaniasis.


¿De qué me sonaba eso? ¿Eso no es lo de los perros? ¿Y el linfoma qué?
Del linfoma no tenían todavía los resultados, o sea que realmente no sabía si todo se debía a la leishmaniasis o si también tenía linfoma.
En unos pocos días lo sabría, mientras tanto no sabía si la inesperada noticia era buena o mala. Por lo pronto, era el primer caso de leishmaniasis que habían tenido nunca en el hospital de Northampton, y en ese momento no habría más de 10 casos en todo el Reino Unido. 

¿Por qué yo? Me volví a preguntar, una vez más.

4 comments:

  1. muy interesante articulo me gustaria que visitaran este enlace Que debe tener una historia clínica VIH ?

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  2. muy interesante articulo me gustaria que visitaran este enlace Que debe tener una historia clínica VIH ?

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  3. te felicito por tu blog, soy mexicano, creo que ayudará a mucha gente con la enfermeda, y es una gran labor, sigue adelante luchando

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  4. te felicito por tu blog, soy mexicano, creo que ayudará a mucha gente con la enfermeda, y es una gran labor, sigue adelante luchando

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