Happy Birthday!
Nunca pensé que la primera persona en
felicitarme mi 29 cumpleaños fuera a ser un médico. Y mucho menos que dicho médico fuera a hacerme unas pruebas para ver si
tenía cáncer, linfoma concretamente.
He de confesar que su inesperada
felicitación me arrancó una sonrisa, cosa harto difícil viendo la
enorme tristeza que se podían leer en mis ojos. Al verme en el
espejo me daba cuenta de que me había cambiado la mirada por
completo, parecía que me habían arrancado los ojos y me habían
incrustado los de otra persona. Unos ojos totalmente lúgubres, que
desprendían una tristeza y una impotencia abismal, unos ojos que
parecían pertenecer más bien a un ser fantasmal salido de entre las
tinieblas del infierno que a un ser humano.
Mi estado ya iba empeorando por días,
cada vez más débil y más flaco, los kilos que me había costado
tantos meses recuperar los estaba perdiendo otra vez con mucha
facilidad. Me costaba comer y rara vez me acababa algo. En Nuneaton
solía ir a un buffet libre que me gustaba mucho pero ahora cada vez
que entraba y empezaba a comer me entraban unos calores y sudores
tremendos y no me acababa ni la mitad del plato. Los sudores eran
todavía mucho mayores al quedarme dormido en la cama, por lo que
estaba volviendo a la monotonía que había tenido meses atrás de
tener que cambiar de sábanas cada vez que me quedaba dormido un
rato.
En un camión ambulante como éste me hicieron radiactivo por un día. |
El médico me hizo sentarme y me
explicó el procedimiento, me iban a inyectar no se qué sustancia
radiactiva en la sangre para que se pudiera ver en el escáner. Ése
fue mi único y surreal regalo de cumpleaños, ser radiactivo-man por
un día, desconozco si esto me proporcionó superpoderes pero por lo
pronto lo único que me dijeron es que no me acercara a niños
pequeños ni embarazadas durante todo el día. Cuando ya estaba
plenamente radiactivo me metieron en el tubo del escáner y ahí
estuve unos 20 minutos, inmóvil cual momia egipcia, con mis tristes
ojos igual de inmóviles mirando fijamente el interior de la máquina.
Al volver a casa, o mejor dicho al
almacén semiabandonado, continué con mi preparación mental para
afrontar la muerte. Me había hecho totalmente a la idea de que iba a
morir, por lo que automáticamente empecé a hacer balance de mi
vida. Pensé que si llegaba a los 30 no estaría mal del todo,
teniendo en cuenta la cantidad de gente que a lo largo de toda la
historia humana no había llegado a esta edad, o la altísima
mortalidad infantil que ha habido en casi todas las épocas de la
historia humana. Por lo menos se podía decir que había vivido la
juventud. No conocería lo que es formar una familia o dejar
descendencia en este mundo, pero tampoco me importaba gran cosa.
Total, ¿qué importancia tenía el que yo dejara de existir? Unas
pocas personas me echarían de menos, se les pasaría al cabo del
tiempo y con el paso de los meses mi fallecimiento sería algo de lo
que cada vez se hablaría menos y menos. Con el paso de los años,
éstas pocas personas que un día me echaron de menos también irían
dejando de existir una a una. Con el paso de más años, sus hijos,
sus nietos, sus bisnietos, sus tataranietos también morirían. Con
el paso de los milenios, quizá la raza humana se extinguiera en una
guerra mundial, por un meteorito llegado desde el espacio exterior,
por una tormenta solar, porque nos habremos cargado la capa de ozono
o véte a saber qué. Si no, dentro de millones de años el Sol irá
creciendo y creciendo convirtiéndose en una gigante roja hasta que
engulla a nuestro planeta. Pero mucho antes la vida en la Tierra ya
habrá sido imposible debido a las temperaturas y radiaciones que
aniquilarían a los pocos bichos vivientes que quedaran en la Tierra.
La única esperanza que tenemos es que la ciencia haya avanzado lo
suficiente como para poder desplazarnos a otro planeta viable en el
que habitar.
Dentro de 5.000 millones de años el Sol será una gigante roja y la humanidad probablemente habrá desaparecido para siempre. Tarde o temprano nos iremos todos a tomar por culo. |
Metafísicamente, yo nunca he creído
ni dejado de creer en nada y las grandes religiones de masas, o por lo menos lo que llega de ellas a las masas, me
parecen un intento muy burdo y simplista de encontrar preguntas a las
grandes respuestas. Siempre he pensado que la verdadera
espiritualidad tiene que estar basada en experiencias personales y
propias, no en lo que diga éste o el otro o siguiento tal o cuál
sistema religioso.
Aún así, conservaba cierta creencia
de que quizás nuestra conciencia fuera algo más que un subproducto
de nuestro cerebro, de que nuestro ser era algo más allá del mundo
físico y que cuando abandonáramos éste, nuestro ser seguiría otro
camino, hacia dónde, eso ya no me lo podía imaginar, ¿quizás
volviendo otra vez a un mundo físico reencarnándose, quizás
pudriéndose en el peor de los infiernos para toda la eternidad,
quizás simplemente se acabó todo para siempre, cosa que al fin y al
cabo tampoco estaría tan mal, el eterno descanso?
De poco me servía pensar en estos
dilemas porque no habría forma de que encontrara la respuesta hasta
que no muriera de una vez, así que lo que tenga que ser que sea y no
tiene sentido preocuparse de algo que no se puede controlar. Hay un
viejo dicho oriental que dice:
Si tu problema tiene solución ¿por qué te preocupas? Y si no la tiene ¿para qué te preocupas?
Pues eso. Ahora el problema que tenía
es que llevaba una semana sin luz en mi cochambrosa (pero eso sí,
enorme) habitación y los responsables no me hacían ni puto caso por
mucho que estuviera muriéndome. Además, ya no tenía fuerzas para
estar yendo y viniendo del hospital de Northampton continuamente, así
que me volvería a instalar en el zulo de mi amigo hasta que
encontrara algo mejor. Llamé a los de la empresa de seguridad que
me proporcionaba el alojamiento para mandarlos amablemente a tomar
por culo, pero ántes de soltarles las agradables palabras me dijeron
que tenían otra propiedad en Northampton en la que les hacía falta
un guardián. Vaya, que causalidad. Iría a verla porque ahora que ya
no podía trabajar no estaba como para ir derrochando dinero. De
todas formas, cuando ya tuviera la confirmación del linfoma y
tuviera que empezar con la quimio y radioterapia, en Inglaterra sólo
no me iba a poder quedar, así que seguramente mi estancia en la
misteriosa propiedad no iba a ser para muy largo.
Inesperadamente, a día de hoy, año y
medio después, todavía sigo aquí.