Decidimos fiarnos del mapa que habíamos encontrado y atajar en línea recta
hacia el oeste atravesando el bosque en dirección a
Crosson. Aunque no diéramos con el pueblo, de una manera
o de otra saldríamos al camino y nos
ahorraríamos muchos kilómetros. La pierna herida de Hespe nos obligaba
a avanzar despacio, y el primer día solo
recorrimos diez o doce kilómetros. Durante uno de los
numerosos descansos que nos tomamos, Tempi empezó a enseñarme
el Ketan en serio. Yo, insensato de mí, creía que Tempi
ya había iniciado la instrucción, cuando en realidad lo
único que había hecho hasta ese momento había sido corregir
mis errores más espantosos porque le fastidiaban. De la
misma manera que a mí me habrían dado ganas de
afinarle el laúd a alguien que lo estuviera tocando
desafinado. Aquella instrucción era completamente
diferente. Empezábamos por el principio del Ketan
y Tempi corregía mis errores. Todos mis errores. Solo en
el primer movimiento ya detectó dieciocho, y el
Ketan lo componen más de cien movimientos. Enseguida
empecé a tener dudas sobre aquel aprendizaje. Por mi parte, yo empecé a enseñar a
Tempi a tocar el laúd. Tocaba notas sueA
COMEEEEERRRRR A COMEEEERRRR LA COMIDA YA ESTÁ!!!!
Mi madre me llamaba. Era la hora de
comer. La hora de volver a la realidad. A la asquerosa, triste,
deprimente, y cruel realidad. A mi vida rota y totalmente estropeada
para siempre, en la que prácticamente el único interés que me
quedaba era evadirme de mis negros y obsesivos pensamientos
devorándome un libro tras otro tirado casi todo el día en la cama.
Tampoco tenía energía para mucho más. Por lo menos había
encontrado una razón para seguir viviendo, la literatura, pensé que
aunque me quedara postrado tetrapléjico en la cama para siempre, los
libros seguirían haciendo valer la pena el seguir vivo, aunque fuera
un poco.
Llevaba ya 4 meses desde que había
empezado al tratamiento con Atripla y había mejorado mucho, los
médicos estaban contentos con mi evolución, porque realmente había
estado a un paso de la muerte. La mejora fue casi inmediata al
empezar con los antirretrovirales, en unos pocos días mejoré
bastante, para luego ya ir mejorando más paulatinamente. En total
había ganado ya 10 kilos, ahora estaba con 74, aún me quedaba mucho
para mis 85-90 habituales pero ya no tenía esos sudores que me
hacían tener que cambiar la cama cada vez que me dormía 15 minutos
porque estaba totalmente empapada, tenía más apetito y comía
bastante más, y por supuesto dormía más, entre 4 y 6 horas frente
a las 0-3 horas que podía dormir al día meses antes. Mi hígado
continuaba inflamado, pero ya no tanto y mis valores hepáticos,
aunque no normales, había mejorado bastante, porque llegaron a estar
a unos niveles realmente alarmantes.
Ya podía andar erguido y mucho más
tiempo, incluso intenté hacer un poco de deporte un par de veces.
Hubo un día que incluso intenté salir a correr un rato, un poco
temerario con mi taquicardia, unas 100-120 pulsaciones por minuto en
reposo, pero ya no eran las 120-150 que solía tener (a día de hoy,
tengo unas 50-60). Por supuesto tuve que parar a los pocos minutos,
aunque no desistí en mi idea de hacer deporte ya que el deporte
siempre ha sido una parte muy importante en mi vida, así que dias
después cogí la bici un poco, a un ritmo más lento del que solía
ir antes de la enfermedad corriendo, pero sencillamente no podía y
las pulsaciones me subían exageradamente. Me tuve que limitar a
salir a andar 20 minutos al día por los alrededores como un anciano
decrépito, y a nadar un poco en la balsa de riego que hay justo al
lado de casa de mi madre.
Aquel deportista incansable, aquella
máquina de devorar kilómetros, aquel legionario abnegado que lo
aguantaba todo, dispuesto a ser exprimido hasta caer exhausto en la
tierra, había muerto, muerto en vida, y lo más triste es que no
había sido sirviendo a la Patria, o salvando una vida, o en un acto
heroico, no, había sido por un acto absurdo, vicioso y totalmente
prescindible en el que adquirí el virus más sucio y estigmatizado
de todos.
Las 3 cosas que más me gustaban en la
vida, viajar, el sexo y el deporte se habían acabado para siempre.
Cuando digo viajar no me refiero meterse en un resort caribeño un
par de semanas, me refiero a perderse durante meses por otro
continente con una mochila, poco dinero y la mente abierta. Porque
una de las cosas que más me fastidiaban de la enfermedad era que
estrictamente sólo me daban pastillas de mes a mes, haciendo
imposible seguir con una de las cosas que más me apasionaban en la
vida: viajar de verdad. El médico me dijo que era una normativa europea (no es cierto,
que yo sepa España es el único país europeo en el que lo hacen
así) porque la medicación es muy cara, el Atripla concretamente
vale unos 800€ al mes. Meses después aquí en Inglaterra me darían
la vida al decirme que sueltan medicación para 6 meses del tirón
una vez que ya se está estable, que es como estoy yo ya ahora,
pudiendo seguir con mucha más facilidad con mi vida trotamundística.
Pero realmente lo que más me
fastidiaba es que se había acabado mi sueño de haberme montado un
pequeño negocio en el sudeste asiático, probablemente Filipinas, y
haberme ido a vivir allí, viviendo una vida humilde y sencilla. No
podía ser tan difícil, pensaba, teniendo en cuenta lo rápido que
ahorraba como camionero y lo muchísimo que valía ese dinero allá...
con un par de años currando a saco tendría que bastar para ahorrar
lo suficiente como para poder intentar hacer algo allá, con alguien
local de confianza por supuesto, si no lo más fácil es que me
hubieran engañado de mil maneras y me hubiera quedado sin un duro.
Con que ganara unos 500€ sería más que suficiente para vivir
sencillo... claro que ahora a esos 500€ tenía que sumarle otros
800€ de medicación, además que como estaba me recomendaron no
salir del primer mundo por un par de años hasta que mi sistema
inmunológico estuviera un poco mejor. O sea que lo dí por imposible
(casi 2 años después descubriría que el Atripla se vende en
algunos países como Tailandia por menos de 100€ por acuerdos que
tienen en países en vías de desarrollo, y hay genéricos incluso
más baratos, fabricados principalmente en India y Tailandia).
Pero el plan que tenía justo antes de
dar positivo era ahorrar un poco para pedir la working holiday visa
australiana, ya que con mi pasaporte alemán la podía pedir, al
contrario que con el español... un año o dos allá y luego quizás
saltar a otro país, y luego a otro, y luego vete a saber... mil
planes e historias posibles, vamos una vida seminómada planeaba
haber llevar unos años. Todo eso se acabó con las tres iniciales
malditas que te dejan marcado de por vida haciéndote muy difícil
conseguir un visado para trabajar fuera de Europa: V, I, H.
A pesar de todo, había tenido mucha
suerte de seguir con vida. El tratamiento había llegado tarde y mi
enfermedad se había desarrollado anormalmente rápido, los pocos
casos de muertes de SIDA que hay todavía en Europa son parecidos al
mío, cuando ya es demasiado tarde para hacer nada. La suerte que
tuve fue el no haber contraído alguna enfermedad oportunista grave,
que es de lo que se muere la gente con SIDA, al quedarse
prácticamente sin sistema inmunológico uno está totalmente
expuesto a cualquier tipo de infecciones y otras enfermedades. Aunque
aún sin enfermedades oportunistas yo estoy seguro que sin
tratamiento no hubiera durado más de 2 o 3 meses, al final me
hubiera muerto de puro SIDA, de inanición, de fallo hepático, renal
o cardíaco o vete a saber. Lo cierto es que cuando estás realmente
enfermo, cuando estás tan débil, ya te da igual todo y no tienes
fuerza para seguir luchando, morir incluso puede ser un alivio. Y eso
que dolor no tenía.
Otro que empezó demasiado tarde con el tratamiento. No seas como nosotros, hazte las pruebas cuanto antes. |
Mi día a día en este largo periodo de
recuperación era monótono y poco interesante: simplemente estaba
esperando a estar mejor para volverme a Inglaterra a trabajar.
Tendría que empezar poco a poco, y sólo haría trabajos cómodos y
fáciles, trabajaría unos pocos días a la semana, o sólo el fin de
semana, no más, me tenía que cuidar porque tenía VIH y era un ser
débil y enfermo, ya para siempre pensaba yo. Al empezar el
tratamiento empecé a ganar kilos fácil pero me quedé en los 75 y
de ahí no subía. Mi taquicardia mejoró pero también se estabilizó
y no cambiaba ya. Pensé que me había quedado así ya y que era lo
normal para alguien con VIH. Los médicos también se daban por
satisfechos.
A día de hoy vuelvo a pesar 88 kg,
trabajo 10-15 horas diarias sin gran esfuerzo y dentro de dos semanas
correré una maratón. Ya iré contando cómo volví a mi estado
habitual, principalmente gracias a la sanidad británica o NHS.
Durante lo peor de mi enfermedad mi
estado mental también se vió afectado, estaba muy inquieto,
nervioso, irascible e incluso violento. El virus también afecta al
cerebro, sobre todo con cargas virales astronómicas como la mía, y
aunque no llegué a desarrollar encefalopatía o demencia asociada al
sida (creo), sí que se vio afectado mi comportamiento
considerablemente. Tenía broncas e insultaba a mi madre casi a
diario, un día incluso monté un pollo importante insultando y
amenazando a toda la gente que estaba bañándose en la balsa de
riego de al lado de casa, ya que es frecuente que se cuele gente a
coger cañas o cosas del huerto y esa semana ya se habían colado 4 o
5. A día de hoy ya vuelvo a estar mucho mas calmo, tranquilo y
sereno, pero la amenaza de aquel día sigue vigente:
COMO SE VUELVA A COLAR ALGUIEN EN EL HUERTO DE MI MADRE LE ABRO LA CABEZA
Las cosas en el pueblo funcionan así,
somos un poco diferentes que los finolis británicos estos de por
acá...
No comments:
Post a Comment