Sunday 6 April 2014

11. Mi Pueblo, el Eld, España. Julio de 2012.

Decidimos fiarnos del mapa que habíamos encontrado y atajar en línea recta hacia el oeste atravesando el bosque en dirección a Crosson. Aunque no diéramos con el pueblo, de una manera o de otra saldríamos al camino y nos ahorraríamos muchos kilómetros. La pierna herida de Hespe nos obligaba a avanzar despacio, y el primer día solo recorrimos diez o doce kilómetros. Durante uno de los numerosos descansos que nos tomamos, Tempi empezó a enseñarme el Ketan en serio. Yo, insensato de mí, creía que Tempi ya había iniciado la instrucción, cuando en realidad lo único que había hecho hasta ese momento había sido corregir mis errores más espantosos porque le fastidiaban. De la misma manera que a mí me habrían dado ganas de afinarle el laúd a alguien que lo estuviera tocando desafinado. Aquella instrucción era completamente diferente. Empezábamos por el principio del Ketan y Tempi corregía mis errores. Todos mis errores. Solo en el primer movimiento ya detectó dieciocho, y el Ketan lo componen más de cien movimientos. Enseguida empecé a tener dudas sobre aquel aprendizaje. Por mi parte, yo empecé a enseñar a Tempi a tocar el laúd. Tocaba notas sueA COMEEEEERRRRR A COMEEEERRRR LA COMIDA YA ESTÁ!!!!

Mi madre me llamaba. Era la hora de comer. La hora de volver a la realidad. A la asquerosa, triste, deprimente, y cruel realidad. A mi vida rota y totalmente estropeada para siempre, en la que prácticamente el único interés que me quedaba era evadirme de mis negros y obsesivos pensamientos devorándome un libro tras otro tirado casi todo el día en la cama. Tampoco tenía energía para mucho más. Por lo menos había encontrado una razón para seguir viviendo, la literatura, pensé que aunque me quedara postrado tetrapléjico en la cama para siempre, los libros seguirían haciendo valer la pena el seguir vivo, aunque fuera un poco.

Llevaba ya 4 meses desde que había empezado al tratamiento con Atripla y había mejorado mucho, los médicos estaban contentos con mi evolución, porque realmente había estado a un paso de la muerte. La mejora fue casi inmediata al empezar con los antirretrovirales, en unos pocos días mejoré bastante, para luego ya ir mejorando más paulatinamente. En total había ganado ya 10 kilos, ahora estaba con 74, aún me quedaba mucho para mis 85-90 habituales pero ya no tenía esos sudores que me hacían tener que cambiar la cama cada vez que me dormía 15 minutos porque estaba totalmente empapada, tenía más apetito y comía bastante más, y por supuesto dormía más, entre 4 y 6 horas frente a las 0-3 horas que podía dormir al día meses antes. Mi hígado continuaba inflamado, pero ya no tanto y mis valores hepáticos, aunque no normales, había mejorado bastante, porque llegaron a estar a unos niveles realmente alarmantes.
Ya podía andar erguido y mucho más tiempo, incluso intenté hacer un poco de deporte un par de veces. Hubo un día que incluso intenté salir a correr un rato, un poco temerario con mi taquicardia, unas 100-120 pulsaciones por minuto en reposo, pero ya no eran las 120-150 que solía tener (a día de hoy, tengo unas 50-60). Por supuesto tuve que parar a los pocos minutos, aunque no desistí en mi idea de hacer deporte ya que el deporte siempre ha sido una parte muy importante en mi vida, así que dias después cogí la bici un poco, a un ritmo más lento del que solía ir antes de la enfermedad corriendo, pero sencillamente no podía y las pulsaciones me subían exageradamente. Me tuve que limitar a salir a andar 20 minutos al día por los alrededores como un anciano decrépito, y a nadar un poco en la balsa de riego que hay justo al lado de casa de mi madre.
Aquel deportista incansable, aquella máquina de devorar kilómetros, aquel legionario abnegado que lo aguantaba todo, dispuesto a ser exprimido hasta caer exhausto en la tierra, había muerto, muerto en vida, y lo más triste es que no había sido sirviendo a la Patria, o salvando una vida, o en un acto heroico, no, había sido por un acto absurdo, vicioso y totalmente prescindible en el que adquirí el virus más sucio y estigmatizado de todos.

Las 3 cosas que más me gustaban en la vida, viajar, el sexo y el deporte se habían acabado para siempre. Cuando digo viajar no me refiero meterse en un resort caribeño un par de semanas, me refiero a perderse durante meses por otro continente con una mochila, poco dinero y la mente abierta. Porque una de las cosas que más me fastidiaban de la enfermedad era que estrictamente sólo me daban pastillas de mes a mes, haciendo imposible seguir con una de las cosas que más me apasionaban en la vida: viajar de verdad. El médico me dijo que era una normativa europea (no es cierto, que yo sepa España es el único país europeo en el que lo hacen así) porque la medicación es muy cara, el Atripla concretamente vale unos 800€ al mes. Meses después aquí en Inglaterra me darían la vida al decirme que sueltan medicación para 6 meses del tirón una vez que ya se está estable, que es como estoy yo ya ahora, pudiendo seguir con mucha más facilidad con mi vida trotamundística.
Pero realmente lo que más me fastidiaba es que se había acabado mi sueño de haberme montado un pequeño negocio en el sudeste asiático, probablemente Filipinas, y haberme ido a vivir allí, viviendo una vida humilde y sencilla. No podía ser tan difícil, pensaba, teniendo en cuenta lo rápido que ahorraba como camionero y lo muchísimo que valía ese dinero allá... con un par de años currando a saco tendría que bastar para ahorrar lo suficiente como para poder intentar hacer algo allá, con alguien local de confianza por supuesto, si no lo más fácil es que me hubieran engañado de mil maneras y me hubiera quedado sin un duro. Con que ganara unos 500€ sería más que suficiente para vivir sencillo... claro que ahora a esos 500€ tenía que sumarle otros 800€ de medicación, además que como estaba me recomendaron no salir del primer mundo por un par de años hasta que mi sistema inmunológico estuviera un poco mejor. O sea que lo dí por imposible (casi 2 años después descubriría que el Atripla se vende en algunos países como Tailandia por menos de 100€ por acuerdos que tienen en países en vías de desarrollo, y hay genéricos incluso más baratos, fabricados principalmente en India y Tailandia).
Pero el plan que tenía justo antes de dar positivo era ahorrar un poco para pedir la working holiday visa australiana, ya que con mi pasaporte alemán la podía pedir, al contrario que con el español... un año o dos allá y luego quizás saltar a otro país, y luego a otro, y luego vete a saber... mil planes e historias posibles, vamos una vida seminómada planeaba haber llevar unos años. Todo eso se acabó con las tres iniciales malditas que te dejan marcado de por vida haciéndote muy difícil conseguir un visado para trabajar fuera de Europa: V, I, H.

A pesar de todo, había tenido mucha suerte de seguir con vida. El tratamiento había llegado tarde y mi enfermedad se había desarrollado anormalmente rápido, los pocos casos de muertes de SIDA que hay todavía en Europa son parecidos al mío, cuando ya es demasiado tarde para hacer nada. La suerte que tuve fue el no haber contraído alguna enfermedad oportunista grave, que es de lo que se muere la gente con SIDA, al quedarse prácticamente sin sistema inmunológico uno está totalmente expuesto a cualquier tipo de infecciones y otras enfermedades. Aunque aún sin enfermedades oportunistas yo estoy seguro que sin tratamiento no hubiera durado más de 2 o 3 meses, al final me hubiera muerto de puro SIDA, de inanición, de fallo hepático, renal o cardíaco o vete a saber. Lo cierto es que cuando estás realmente enfermo, cuando estás tan débil, ya te da igual todo y no tienes fuerza para seguir luchando, morir incluso puede ser un alivio. Y eso que dolor no tenía.

Otro que empezó demasiado tarde con el tratamiento.
No seas como nosotros, hazte las pruebas cuanto antes.

Mi día a día en este largo periodo de recuperación era monótono y poco interesante: simplemente estaba esperando a estar mejor para volverme a Inglaterra a trabajar. Tendría que empezar poco a poco, y sólo haría trabajos cómodos y fáciles, trabajaría unos pocos días a la semana, o sólo el fin de semana, no más, me tenía que cuidar porque tenía VIH y era un ser débil y enfermo, ya para siempre pensaba yo. Al empezar el tratamiento empecé a ganar kilos fácil pero me quedé en los 75 y de ahí no subía. Mi taquicardia mejoró pero también se estabilizó y no cambiaba ya. Pensé que me había quedado así ya y que era lo normal para alguien con VIH. Los médicos también se daban por satisfechos.
A día de hoy vuelvo a pesar 88 kg, trabajo 10-15 horas diarias sin gran esfuerzo y dentro de dos semanas correré una maratón. Ya iré contando cómo volví a mi estado habitual, principalmente gracias a la sanidad británica o NHS.

Durante lo peor de mi enfermedad mi estado mental también se vió afectado, estaba muy inquieto, nervioso, irascible e incluso violento. El virus también afecta al cerebro, sobre todo con cargas virales astronómicas como la mía, y aunque no llegué a desarrollar encefalopatía o demencia asociada al sida (creo), sí que se vio afectado mi comportamiento considerablemente. Tenía broncas e insultaba a mi madre casi a diario, un día incluso monté un pollo importante insultando y amenazando a toda la gente que estaba bañándose en la balsa de riego de al lado de casa, ya que es frecuente que se cuele gente a coger cañas o cosas del huerto y esa semana ya se habían colado 4 o 5. A día de hoy ya vuelvo a estar mucho mas calmo, tranquilo y sereno, pero la amenaza de aquel día sigue vigente:
COMO SE VUELVA A COLAR ALGUIEN EN EL HUERTO DE MI MADRE LE ABRO LA CABEZA

Las cosas en el pueblo funcionan así, somos un poco diferentes que los finolis británicos estos de por acá...

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