Había estado unos días alojado en
casa de un amigo en Northampton, en una especie de buhardilla
adyacente a su habitación en la que cabía un colchón y poco más,
luego encontré una habitación económica viviendo con una familia
de letones y estuve viviendo con ellos casi un mes, pero viendo que
en la primera ETT que me registré apenas me llamaron, decidí
moverme a la cercana Nuneaton ya que según ví por internet
muchísimas ofertas de camionero y además una empresa de seguridad
alquilaba habitaciones tremendamente económicas en un gran almacén
en desuso. Ya conocía a esta empresa, el año anterior, cuando ya
era VIH+ y aún no lo sabía, había estado alojado en una casa
portátil en Birmingham por 20 libras semanales facturas incluidas.
Simplemente ofrecen un servicio de "live-in security" que
llaman, tienen a gente viviendo en edificios vacíos o cerca de ellos
para evitar vandalismo, okupas, robos, etc, ofreciendo por otra parte
a los huéspedes alojamiento a precios muy económicos a cambio de
unas responsabilidades mínimas, y a mí lo que me interesaba en este
país era eso, gastar lo mínimo para poder ahorrar lo máximo,
aunque fuera sacrificando comodidades o lujos innecesarios.
Durante mis primeros días de trabajo
me ví bastante bien, me había propuesto no hacer esfuerzos físicos
pero en la primera empresa que me puso la agencia tenía que mover
palets y carros bastante pesados, aún así el trabajo era cómodo y
no me cansaba excesivamente así que pensé que incluso algo de
esfuerzo sería bueno para ponerme un poco en forma.
Fueron pasando los días y casi lo
único que hacía en Nuneaton era ir de casa al trabajo y del trabajo
a casa. También tenía que ir frecuentemente al hospital de
Northampton, a más o menos una hora en coche, ya que los médicos no
estaban satisfechos con mi taquicardia ni el tamaño de mi hígado y
bazo. Yo no le daba mayor importancia, pensaba que ya me iría
recuperando poco a poco, pero lo cierto es que llevaba ya 8 meses con
la terapia antirretroviral y mi carga viral estaba por debajo de 200
frente a los 3.4 millones de copias por mililitro de sangre que tuve
en mi primer resultado poco después de dar positivo. Los CD4 me
habían subido hasta 110, nada para tirar cohetes pero iban subiendo
a un ritmo bien, ya que el sistema inmunológico se va recuperando
muy lentamente y es cuestión de años el volver a tener unos niveles
aceptables, si es que se vuelven a llegar a tener algún día. De ahí
la importancia de chequearse antes de que el sistema inmunológico
esté excesivamente dañado.
Siguieron pasando los días, de casa al
trabajo, del trabajo a casa y de casa al hospital, los primeros días
me sentía bastante feliz al ver que podía volver a trabajar, cosa
que alguna gente incluso parece que puso en duda en mis peores
momentos, me centré en el trabajo y empecé incluso a pensar en
ahorrar y quizá en unos años poder montarme mi propia empresa de
transportes internacionales, por ejemplo. Desde luego no era la vida
con la que había soñado, pero por lo menos ganaría dinero y se
podría decir que a pesar de todo había conseguido ser un hombre más
o menos de provecho.
Pero conforme pasaban los días estaba
empezando a notar cosas que me iban mosqueando poco a poco. Primero,
trabajando de vez en cuando me entraban unos calores y sudores
tremendos que se me pasaban al rato. A esto no le dí importancia,
pero lo que sí que me mosqueó bastante más fue una noche en la que
me desperté con la almohada toda sudada. Mucho menos que en mis
peores tiempos del SIDA, pero no me gustó nada la sensación de
volver a despertarme con la cama húmeda. Terribles recuerdos
volvieron a pasar por mi mente. Me engañé a mí mismo y me dije que
debía de ser culpa del grueso saco de dormir que utilizaba, ya que
todavía no me había comprado un edredón ni nada parecido, pero lo
cierto es que la habitación, que había sido antiguamente una gran
oficina, era muy fría y la calefacción estaba apagada.
Pero lo que sí que no me gustaron nada
fueron mis posteriores visitas al hospital. Tenía fiebre continua,
mi anemia iba cada vez a más, mis valores hepáticos empeorando, mi
carga viral subiendo y lo peor de todo, que mis CD4 estaban bajando.
Las interminables pruebas que me estaban haciendo salían todas
negativo, así que decidieron hacerme varios escáneres y pruebas más
complejas. Para lo de la carga viral me hicieron un test de
resistencia del virus del que todavía no había oído hablar ni me
hicieron en España, salió que tenía ligera resistencia al
Efavirez, uno de los componentes del Atripla, y me cambiaron la
medicación por Ritonavir+Darunavir+Truvada, pero esa ligera
resistencia del virus no era en absoluto la explicación a todo lo
demás, ni siquiera a mi descenso de CD4, ya que aunque la carga
viral me había subido apenas estaba por 500, o sea aun así muy muy
baja.
Durante los días posteriores el
empeoramiento era cada vez más evidente. Los sudores nocturnos eran
cada vez más fuertes, y ahora no sólo me entraban calores
repentinos, si no también un frío horrible a ratos que no se me iba
por muchas mantas y ropa que me pusiera. También me estaba
debilitando por momentos, y solía acabar cansadísimo del trabajo,
al contrario de los primeros días.
Las visitas al hospital se hacían cada
vez más y más frecuentes, y a mí cada vez me costaba más y más
esfuerzo hacer el trayecto en coche. Ir al hospital se volvió a
convertir en rutina, y cada vez más pruebas, más tubos de sangre,
más preguntas, más hipótesis... pero todo salía negativo.
En uno de esos días me tocó un médico
que no conocía todavía. Me dijo que ya tenían los resultados del
escáner, y me dijo que probablemente tuviera linfoma. Así,
directamente, a la cara, sin tapujos ni remilgos."Mira, ¿ves?
Aquí se ve los ganglios linfáticos que tienes gordos. Tiene toda la
pinta de que sea linfoma, porque tienes todos los síntomas."
Linfoma.
Yo no sabía que era eso exactamente pero sonaba bastante grave. Me volvió a invadir aquella sensación que me invadió cuando di positivo 10 meses atrás, aquel vacío insondable, aquel nudo en mis entrañas, aquella angustia inefable. Volví a sentir aquel miedo, más fuerte aún si cabe, porque justo ahora, con todo lo que había luchado y cuando apenas llevaba un mes de vuelta al trabajo y con visos de volver a llevar una vida más o menos normal, volvía la pesadilla.
Yo no sabía que era eso exactamente pero sonaba bastante grave. Me volvió a invadir aquella sensación que me invadió cuando di positivo 10 meses atrás, aquel vacío insondable, aquel nudo en mis entrañas, aquella angustia inefable. Volví a sentir aquel miedo, más fuerte aún si cabe, porque justo ahora, con todo lo que había luchado y cuando apenas llevaba un mes de vuelta al trabajo y con visos de volver a llevar una vida más o menos normal, volvía la pesadilla.
Tampoco me tranquilizó nada la
explicación del médico, que el linfoma es un tipo de cáncer, del
sistema linfático concretamente. También me dijo que es uno de los
cánceres con mejores pronósticos, pero cuando yo le pregunté si
también con SIDA, se hizo el loco y no me respondió.
Les haría falta una biopsia de un
ganglio linfático inflamado, el problema es que los que tenía
inflamados estaban todos muy adentro y cerca de órganos internos y
sería muy ariesgado hacerme una biopsia ahí tan adentro, aparte de
que resultaría bastante doloroso ya que tendrían que utilizar una
aguja de gran longitud, así que primero me harían otro escáner más
detallado (PET-CT scan en inglés) para ver si me podrían sacar la
biopsia de otro sitio.
Salí completamente hundido del
hospital. Meses atrás, en mis peores momentos del SIDA, había
tenido mucha suerte de no haber cogido ninguna enfermedad oportunista
grave y haber muerto. Pero la suerte no es infinita. Mi sistema
inmunológico todavía estaba extremadamente dañado y lo del linfoma
y otros tipos de cánceres es algo común en gente con SIDA y muy
relacionado con el VIH. Tenía claro que iba a luchar todo lo
posible, pero siendo realistas, con mi sistema inmunológico ya
sumamente débil no creo que aguantaría la quimio y radioterapia que
lo debelitaría aún mucho más. Puede que una persona sana un linfoma
lo pueda llevar con bastantes posibilidades de éxito, pero para una
persona tan tremendamente inmunodeprimida como yo no sería nada
fácil. Sinceramente, no pensaba que fuera capaz de salir de esta.
Es más, esta vez sí que estaba
convencido de que iba a morir. Y cuanto más me informaba de la
enfermedad, más seguro estaba de ello.
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