Monday 21 April 2014

13. Nuneaton, Reino Unido. Noviembre de 2012.

Había estado unos días alojado en casa de un amigo en Northampton, en una especie de buhardilla adyacente a su habitación en la que cabía un colchón y poco más, luego encontré una habitación económica viviendo con una familia de letones y estuve viviendo con ellos casi un mes, pero viendo que en la primera ETT que me registré apenas me llamaron, decidí moverme a la cercana Nuneaton ya que según ví por internet muchísimas ofertas de camionero y además una empresa de seguridad alquilaba habitaciones tremendamente económicas en un gran almacén en desuso. Ya conocía a esta empresa, el año anterior, cuando ya era VIH+ y aún no lo sabía, había estado alojado en una casa portátil en Birmingham por 20 libras semanales facturas incluidas. Simplemente ofrecen un servicio de "live-in security" que llaman, tienen a gente viviendo en edificios vacíos o cerca de ellos para evitar vandalismo, okupas, robos, etc, ofreciendo por otra parte a los huéspedes alojamiento a precios muy económicos a cambio de unas responsabilidades mínimas, y a mí lo que me interesaba en este país era eso, gastar lo mínimo para poder ahorrar lo máximo, aunque fuera sacrificando comodidades o lujos innecesarios.

Durante mis primeros días de trabajo me ví bastante bien, me había propuesto no hacer esfuerzos físicos pero en la primera empresa que me puso la agencia tenía que mover palets y carros bastante pesados, aún así el trabajo era cómodo y no me cansaba excesivamente así que pensé que incluso algo de esfuerzo sería bueno para ponerme un poco en forma.
Fueron pasando los días y casi lo único que hacía en Nuneaton era ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. También tenía que ir frecuentemente al hospital de Northampton, a más o menos una hora en coche, ya que los médicos no estaban satisfechos con mi taquicardia ni el tamaño de mi hígado y bazo. Yo no le daba mayor importancia, pensaba que ya me iría recuperando poco a poco, pero lo cierto es que llevaba ya 8 meses con la terapia antirretroviral y mi carga viral estaba por debajo de 200 frente a los 3.4 millones de copias por mililitro de sangre que tuve en mi primer resultado poco después de dar positivo. Los CD4 me habían subido hasta 110, nada para tirar cohetes pero iban subiendo a un ritmo bien, ya que el sistema inmunológico se va recuperando muy lentamente y es cuestión de años el volver a tener unos niveles aceptables, si es que se vuelven a llegar a tener algún día. De ahí la importancia de chequearse antes de que el sistema inmunológico esté excesivamente dañado.

Siguieron pasando los días, de casa al trabajo, del trabajo a casa y de casa al hospital, los primeros días me sentía bastante feliz al ver que podía volver a trabajar, cosa que alguna gente incluso parece que puso en duda en mis peores momentos, me centré en el trabajo y empecé incluso a pensar en ahorrar y quizá en unos años poder montarme mi propia empresa de transportes internacionales, por ejemplo. Desde luego no era la vida con la que había soñado, pero por lo menos ganaría dinero y se podría decir que a pesar de todo había conseguido ser un hombre más o menos de provecho.
Pero conforme pasaban los días estaba empezando a notar cosas que me iban mosqueando poco a poco. Primero, trabajando de vez en cuando me entraban unos calores y sudores tremendos que se me pasaban al rato. A esto no le dí importancia, pero lo que sí que me mosqueó bastante más fue una noche en la que me desperté con la almohada toda sudada. Mucho menos que en mis peores tiempos del SIDA, pero no me gustó nada la sensación de volver a despertarme con la cama húmeda. Terribles recuerdos volvieron a pasar por mi mente. Me engañé a mí mismo y me dije que debía de ser culpa del grueso saco de dormir que utilizaba, ya que todavía no me había comprado un edredón ni nada parecido, pero lo cierto es que la habitación, que había sido antiguamente una gran oficina, era muy fría y la calefacción estaba apagada.
Pero lo que sí que no me gustaron nada fueron mis posteriores visitas al hospital. Tenía fiebre continua, mi anemia iba cada vez a más, mis valores hepáticos empeorando, mi carga viral subiendo y lo peor de todo, que mis CD4 estaban bajando. Las interminables pruebas que me estaban haciendo salían todas negativo, así que decidieron hacerme varios escáneres y pruebas más complejas. Para lo de la carga viral me hicieron un test de resistencia del virus del que todavía no había oído hablar ni me hicieron en España, salió que tenía ligera resistencia al Efavirez, uno de los componentes del Atripla, y me cambiaron la medicación por Ritonavir+Darunavir+Truvada, pero esa ligera resistencia del virus no era en absoluto la explicación a todo lo demás, ni siquiera a mi descenso de CD4, ya que aunque la carga viral me había subido apenas estaba por 500, o sea aun así muy muy baja.

Durante los días posteriores el empeoramiento era cada vez más evidente. Los sudores nocturnos eran cada vez más fuertes, y ahora no sólo me entraban calores repentinos, si no también un frío horrible a ratos que no se me iba por muchas mantas y ropa que me pusiera. También me estaba debilitando por momentos, y solía acabar cansadísimo del trabajo, al contrario de los primeros días.
Las visitas al hospital se hacían cada vez más y más frecuentes, y a mí cada vez me costaba más y más esfuerzo hacer el trayecto en coche. Ir al hospital se volvió a convertir en rutina, y cada vez más pruebas, más tubos de sangre, más preguntas, más hipótesis... pero todo salía negativo.

En uno de esos días me tocó un médico que no conocía todavía. Me dijo que ya tenían los resultados del escáner, y me dijo que probablemente tuviera linfoma. Así, directamente, a la cara, sin tapujos ni remilgos."Mira, ¿ves? Aquí se ve los ganglios linfáticos que tienes gordos. Tiene toda la pinta de que sea linfoma, porque tienes todos los síntomas."

Linfoma.

Yo no sabía que era eso exactamente pero sonaba bastante grave. Me volvió a invadir aquella sensación que me invadió cuando di positivo 10 meses atrás, aquel vacío insondable, aquel nudo en mis entrañas, aquella angustia inefable. Volví a sentir aquel miedo, más fuerte aún si cabe, porque justo ahora, con todo lo que había luchado y cuando apenas llevaba un mes de vuelta al trabajo y con visos de volver a llevar una vida más o menos normal, volvía la pesadilla.
Tampoco me tranquilizó nada la explicación del médico, que el linfoma es un tipo de cáncer, del sistema linfático concretamente. También me dijo que es uno de los cánceres con mejores pronósticos, pero cuando yo le pregunté si también con SIDA, se hizo el loco y no me respondió.
Les haría falta una biopsia de un ganglio linfático inflamado, el problema es que los que tenía inflamados estaban todos muy adentro y cerca de órganos internos y sería muy ariesgado hacerme una biopsia ahí tan adentro, aparte de que resultaría bastante doloroso ya que tendrían que utilizar una aguja de gran longitud, así que primero me harían otro escáner más detallado (PET-CT scan en inglés) para ver si me podrían sacar la biopsia de otro sitio.

Salí completamente hundido del hospital. Meses atrás, en mis peores momentos del SIDA, había tenido mucha suerte de no haber cogido ninguna enfermedad oportunista grave y haber muerto. Pero la suerte no es infinita. Mi sistema inmunológico todavía estaba extremadamente dañado y lo del linfoma y otros tipos de cánceres es algo común en gente con SIDA y muy relacionado con el VIH. Tenía claro que iba a luchar todo lo posible, pero siendo realistas, con mi sistema inmunológico ya sumamente débil no creo que aguantaría la quimio y radioterapia que lo debelitaría aún mucho más. Puede que una persona sana un linfoma lo pueda llevar con bastantes posibilidades de éxito, pero para una persona tan tremendamente inmunodeprimida como yo no sería nada fácil. Sinceramente, no pensaba que fuera capaz de salir de esta.

Es más, esta vez sí que estaba convencido de que iba a morir. Y cuanto más me informaba de la enfermedad, más seguro estaba de ello.

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