Voy a morir. Todo se ha acabado.
Esos fueron los pensamientos que tuve
al ver mi resultado del análisis.
Volví al despacho del médico y
afuera, al lado de la puerta, estaba mi madre charrando con una
conocida. Le dije que quería mostrarle algo en privado, se disculpó,
nos alejamos un poco y le mostré.
“¿El qué? ¿Qué es eso? Ah, eso yo
tambien lo tengo...”
No, definitivamente no estaba muy
enterada de lo que era el VIH. Yo tampoco mucho, a decir verdad, pero
algo mas que ella sí.
Entré al despacho. Le dije al médico,
con mala hostia: “¿positivo, no?” Hizo un gesto afirmativo con
la cabeza, y yo solté, sintiéndome absolutamente impotente: “¡MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA,
Y MIERDA!”... “¡si al menos fuera un cáncer!”...
“Un cáncer es peor...”, me
contestó el médico. Yo le respondí: “sí, pero algo tan evitable
como esto”. Él volvió a asentir con la cabeza. (Meses después me
daría cuenta que siendo realistas no es tan fácilmente evitable
como me atreví a afirmar, al menos para algunas personas).
Mi madre creo que ya empezaba a
entender: “¡pero si tu no te drogas!”. “No, pero tengo SEXO”
le respondí.
El médico me dijo que esto ya no era
como antes, que él iba a estar ahí para todo lo que necesitara y
que me enviaba al hospital de Requena de urgencias. Estoy seguro que
fue el primer caso que tuvo en su vida, no creo que siendo médico de
cabecera en un pequeño pueblo se esté acostumbrado a este tipo de
noticias. Me dijo algunas cosas más pero mi cerebro ya no admitía
información alguna.
Enseguida partí para allá con mi
madre en su coche, es un viaje de casi una hora pero es el hospital
dentro de la misma comunidad más cercano.
Durante el viaje observaba los montes y
las rojizas tierras y arcillas que abundan por el valle. Me pregunté
cuánto me faltaría para fundirme con aquellas tierras, dejar de
existir como un YO y empezar a formar parte de aquel entorno de
alguna manera, como tierra, polvo, restos orgánicos o lo que se
supone que iría quedando al cabo del tiempo de un cuerpo en
descomposición. No mucho, pensé. Curiosamente me invadió una paz
interior y lo acepté, me dije que cuando la hora llegara bienvenida
sea. Al fin y al cabo, antes o después, iba a llegar de todas
maneras. A absolutamente todos por igual.
No recuerdo mucho más de aquel viaje,
como dije anteriormente ya me iba encontrando mal varios días y las
curvas del camino no ayudaron precisamente a sentirme mejor.
Llegamos y les dimos los papeles a los
de recepción. Nos hicieron esperar un rato y me llamaron. Me dijeron
que algo no estaba correcto en el sistema, algo tenía incorrecto en
mi seguridad social, no supieron decirme el qué, simplemente me
dijeron que así NO tenía derecho a la asistencia. Yo me quedé a
cuadros al oir eso, justo poco después de que me comunicaran la peor
noticia de mi vida y creyendo que tenía una enfermedad mortal.
Hablaron con un médico y él dijo que
me atendería pero que luego me pasarían la factura, ya que lo mío
no era una urgencia. Claro, como de todas formas me voy a morir y no
hay nada que hacer, por eso no se trata de una urgencia, pensé yo.
Unos 100€ me cobrarían, por unos rayos X y un análisis de sangre
que no se qué coño mostraría, porque ni siquiera analizaron lo más
básico e importante que tenían que analizar, algo que en
prácticamente todo el mundo se hace inmediatamente al dar positivo
para VIH: el recuento de linfocitos CD4, que es lo que ataca el
virus, y que muestra hasta qué punto está dañado el sistema
inmunológico, siendo vital una detección temprana para evitar
futuras complicaciones potencialmente mortales, sobre todo si se esta
en fase SIDA como yo ya estaba, y además muy muy avanzada. Bastante
tiempo después descubrirían que mi sistema inmunológico ya estaba
totalmente destrozado y estaba extremadamente expuesto a cualquier
tipo de infecciones oportunistas que en ese estado lo más fácil es
que me hubieran resultado mortales.
Pero no, no me comentaron nada de CD4,
yo por supuesto todavía no había oído hablar de ello, en las
placas de los rayos X no salió nada raro, y de los análisis de
sangre no recuerdo nada.
Le comenté a aquel médico que estaba
perdiendo peso ya desde hace bastante tiempo (claro síntoma de
síndrome constitucional del SIDA) pero lo achaqué a que quizás no
me estaba alimentando adecuadamente y él tampoco pareció darle
mayor importancia.
Le pregunté que qué esperanza de vida
podía tener, y me dijo: “buenooo, si tú nos vas a enterrar a
todos”... “¡si lo tuyo es un constipao!”. Palabras que me alegraron muchísimo, pero que contrastarían tremendamente con las de otro médico de otro hospital que me diría:
“tú como estabas te podías haber muerto”. Pero me quedé más
tranquilo, no me explicaron una mierda sobre la enfermedad pero me
dijeron eso, que tendría una esperanza de vida normal, pero que
había una cosa que sí que no podía hacer: ser actor porno. Bueno,
de todas formas me faltan unos centímetros, así que por esa parte
sin pegas, pensé. Que fuera a arreglar lo de mis papeles con la
seguridad social y que volviera cuando estuviera todo arreglado, que
así no me podían atender de ninguna manera.
Obviamente salí contento del hospital,
yo no tenía ni idea que el sida ya no era una enfermedad
necesariamente mortal y que ya había cosas para tratala, pero tanto andar
de aquí para allá me hizo darme cuenta que realmente estaba
bastante débil. Una enfermera me preguntó al ir hacia la sala de
los rayos X que si me pasaba algo en la espalda, que andaba
encorvado, realmente es que estaba ya tan débil que me costaba andar
medianamente erguido. Pero no le dí importancia, pensé que debía
de ser otra cosa no relacionada con el VIH, ya que por lo que se veía
esta enfermedad hoy en día era poco más o menos “un constipao”.
Lo de arreglar los papeles iba a ser
algo que siendo optimistas tardaría mínimo una semana, si no mucho
más, no tenía ni idea dónde ir ni qué hacer, además que debido a mi estado estaba
ya muy cansado de tanto ajetreo, así que decidimos volver al pueblo
a ver a mi médico de cabecera de nuevo, a preguntarle a él a ver
qué podíamos hacer.
Le enseñé la factura que me hicieron,
diciendo que me iban a cobrar ya que lo mío no estaba considerando
urgencias y yo por nosequé asunto con mi seguridad social no tenía
derecho a asistencia sanitaria por mucho sida que tuviera. Se quedó
un poco perplejo y me preguntó que si quería que me mandara a
Almansa, el hospital más cercano pero perteneciente ya a otra
comunidad (Castilla-la Mancha), un hospital nuevo con el que mi
pueblo tiene acuerdos de asistencia debido a la proximidad.
El de Requena es un hospital más
grande y con más especialistas, pero como se ve que lo mio era “un
constipao” pensé que Almansa sería suficiente. Y sobre todo me
gustó la idea porque está mucho más cerca y es casi todo recta, el
camino de ir y volver a Requena me había mareado y agotado muchísimo
(a pesar de que yo no conducía) y no quería tener que estar
haciendo ese camino frecuentemente. Mirando para atrás, ahora me doy
cuénta de cuán débil estaba ya realmente, pero nada comparado con
lo que estaba por venir.
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