Monday 20 January 2014

7. El peor día de mi vida (III). Un español sin derecho a la asistencia sanitaria para VIH/sida en su propio país (y en su propia provincia).

Voy a morir. Todo se ha acabado.

Esos fueron los pensamientos que tuve al ver mi resultado del análisis.
Volví al despacho del médico y afuera, al lado de la puerta, estaba mi madre charrando con una conocida. Le dije que quería mostrarle algo en privado, se disculpó, nos alejamos un poco y le mostré.
“¿El qué? ¿Qué es eso? Ah, eso yo tambien lo tengo...”
No, definitivamente no estaba muy enterada de lo que era el VIH. Yo tampoco mucho, a decir verdad, pero algo mas que ella sí.
Entré al despacho. Le dije al médico, con mala hostia: “¿positivo, no?” Hizo un gesto afirmativo con la cabeza, y yo solté, sintiéndome absolutamente impotente: “¡MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, Y MIERDA!”... “¡si al menos fuera un cáncer!”...
“Un cáncer es peor...”, me contestó el médico. Yo le respondí: “sí, pero algo tan evitable como esto”. Él volvió a asentir con la cabeza. (Meses después me daría cuenta que siendo realistas no es tan fácilmente evitable como me atreví a afirmar, al menos para algunas personas).
Mi madre creo que ya empezaba a entender: “¡pero si tu no te drogas!”. “No, pero tengo SEXO” le respondí.
El médico me dijo que esto ya no era como antes, que él iba a estar ahí para todo lo que necesitara y que me enviaba al hospital de Requena de urgencias. Estoy seguro que fue el primer caso que tuvo en su vida, no creo que siendo médico de cabecera en un pequeño pueblo se esté acostumbrado a este tipo de noticias. Me dijo algunas cosas más pero mi cerebro ya no admitía información alguna.
Enseguida partí para allá con mi madre en su coche, es un viaje de casi una hora pero es el hospital dentro de la misma comunidad más cercano.
Durante el viaje observaba los montes y las rojizas tierras y arcillas que abundan por el valle. Me pregunté cuánto me faltaría para fundirme con aquellas tierras, dejar de existir como un YO y empezar a formar parte de aquel entorno de alguna manera, como tierra, polvo, restos orgánicos o lo que se supone que iría quedando al cabo del tiempo de un cuerpo en descomposición. No mucho, pensé. Curiosamente me invadió una paz interior y lo acepté, me dije que cuando la hora llegara bienvenida sea. Al fin y al cabo, antes o después, iba a llegar de todas maneras. A absolutamente todos por igual.
No recuerdo mucho más de aquel viaje, como dije anteriormente ya me iba encontrando mal varios días y las curvas del camino no ayudaron precisamente a sentirme mejor.
Llegamos y les dimos los papeles a los de recepción. Nos hicieron esperar un rato y me llamaron. Me dijeron que algo no estaba correcto en el sistema, algo tenía incorrecto en mi seguridad social, no supieron decirme el qué, simplemente me dijeron que así NO tenía derecho a la asistencia. Yo me quedé a cuadros al oir eso, justo poco después de que me comunicaran la peor noticia de mi vida y creyendo que tenía una enfermedad mortal.
Hablaron con un médico y él dijo que me atendería pero que luego me pasarían la factura, ya que lo mío no era una urgencia. Claro, como de todas formas me voy a morir y no hay nada que hacer, por eso no se trata de una urgencia, pensé yo. Unos 100€ me cobrarían, por unos rayos X y un análisis de sangre que no se qué coño mostraría, porque ni siquiera analizaron lo más básico e importante que tenían que analizar, algo que en prácticamente todo el mundo se hace inmediatamente al dar positivo para VIH: el recuento de linfocitos CD4, que es lo que ataca el virus, y que muestra hasta qué punto está dañado el sistema inmunológico, siendo vital una detección temprana para evitar futuras complicaciones potencialmente mortales, sobre todo si se esta en fase SIDA como yo ya estaba, y además muy muy avanzada. Bastante tiempo después descubrirían que mi sistema inmunológico ya estaba totalmente destrozado y estaba extremadamente expuesto a cualquier tipo de infecciones oportunistas que en ese estado lo más fácil es que me hubieran resultado mortales.
Pero no, no me comentaron nada de CD4, yo por supuesto todavía no había oído hablar de ello, en las placas de los rayos X no salió nada raro, y de los análisis de sangre no recuerdo nada.
Le comenté a aquel médico que estaba perdiendo peso ya desde hace bastante tiempo (claro síntoma de síndrome constitucional del SIDA) pero lo achaqué a que quizás no me estaba alimentando adecuadamente y él tampoco pareció darle mayor importancia.
Le pregunté que qué esperanza de vida podía tener, y me dijo: “buenooo, si tú nos vas a enterrar a todos”... “¡si lo tuyo es un constipao!”. Palabras que me alegraron muchísimo, pero que contrastarían tremendamente con las de otro médico de otro hospital que me diría: “tú como estabas te podías haber muerto”. Pero me quedé más tranquilo, no me explicaron una mierda sobre la enfermedad pero me dijeron eso, que tendría una esperanza de vida normal, pero que había una cosa que sí que no podía hacer: ser actor porno. Bueno, de todas formas me faltan unos centímetros, así que por esa parte sin pegas, pensé. Que fuera a arreglar lo de mis papeles con la seguridad social y que volviera cuando estuviera todo arreglado, que así no me podían atender de ninguna manera.
Obviamente salí contento del hospital, yo no tenía ni idea que el sida ya no era una enfermedad necesariamente mortal y que ya había cosas para tratala, pero tanto andar de aquí para allá me hizo darme cuenta que realmente estaba bastante débil. Una enfermera me preguntó al ir hacia la sala de los rayos X que si me pasaba algo en la espalda, que andaba encorvado, realmente es que estaba ya tan débil que me costaba andar medianamente erguido. Pero no le dí importancia, pensé que debía de ser otra cosa no relacionada con el VIH, ya que por lo que se veía esta enfermedad hoy en día era poco más o menos “un constipao”.

Lo de arreglar los papeles iba a ser algo que siendo optimistas tardaría mínimo una semana, si no mucho más, no tenía ni idea dónde ir ni qué hacer, además que debido a mi estado estaba ya muy cansado de tanto ajetreo, así que decidimos volver al pueblo a ver a mi médico de cabecera de nuevo, a preguntarle a él a ver qué podíamos hacer.
Le enseñé la factura que me hicieron, diciendo que me iban a cobrar ya que lo mío no estaba considerando urgencias y yo por nosequé asunto con mi seguridad social no tenía derecho a asistencia sanitaria por mucho sida que tuviera. Se quedó un poco perplejo y me preguntó que si quería que me mandara a Almansa, el hospital más cercano pero perteneciente ya a otra comunidad (Castilla-la Mancha), un hospital nuevo con el que mi pueblo tiene acuerdos de asistencia debido a la proximidad.

El de Requena es un hospital más grande y con más especialistas, pero como se ve que lo mio era “un constipao” pensé que Almansa sería suficiente. Y sobre todo me gustó la idea porque está mucho más cerca y es casi todo recta, el camino de ir y volver a Requena me había mareado y agotado muchísimo (a pesar de que yo no conducía) y no quería tener que estar haciendo ese camino frecuentemente. Mirando para atrás, ahora me doy cuénta de cuán débil estaba ya realmente, pero nada comparado con lo que estaba por venir.

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